martes, 22 de octubre de 2013

Cuando la muerte llega del mar.




Este artículo, publicado el 23 de octubre de 2003 y parte de mi libro "Reflexiones de un antiterrorista", publicado en el 2005 por la Editorial Abril, narra cómo el accionar terrorista ha cobrado la vida de Bienvenido Mauriz Díaz y Roberto Torna Mirabal, dos hombres simples del pueblo cubano. Estos criminales que asesinaron a simples e inocentes pescadores, hoy premian a mercenarios como Yoani Sánchez, Berta Soler, Guillermo Fariñas, las Damas de Blanco y muchos otros inescrupulosos mercenarios de la USAID. Incluso han tenido la falta de pudor al posar en fotografías junto a estos asesinos.
Vea el lector esta historia y distinga que, entre mercenarios y terroristas anticubanos se ha roto la línea fina que podría separarlos. Dinero y odio los junta en una indecorosa unión.



PASAJES DEL TERRORISMO CONTRA CUBA.
10 de mayo de 1970, fueron atacadas y hundidas las embarcaciones pesqueras Plataforma I y Plataforma IV, de Caibarién, y secuestrados sus 11 pescadores.

El mar es como una inmensa prolongación de la propia casa, y uno se entrega a él ávido de aventura y expectativas,  teniendo siempre la certeza que se deambula por sus largas venas y músculos un poco desprotegido y afanoso por regresar a la calma ofrecida por los seres queridos, allá donde la sonrisa y la caricia de la mujer amada y de los hijos nos reconfortan  de tanta jornada de soledad y labor inacabable. Uno respeta al mar como a un padre capaz de reprocharnos el buscar en él más de lo que nos pertenece y siempre dispuesto a prodigarnos el sustento y el bienestar para los que dependen de nuestro esfuerzo.

El mar es como la tierra y uno aprende a cuidarlo, a hacerlo parte amada y preferida sobre las tantas cosas que ofrece la vida. Tal vez uno lo siente más cercano a sí  en las noches estrelladas en las que el cielo parece  pegarse a él como si fueran los dos una misma cosa y uno casi puede tocar la luna con las manos encallecidas y temblorosas. Así, sin evitarlo, el mar es parte nuestra, diaria e irrenunciable, capaz de servirnos de expresión y despertar en nosotros sentimientos únicos e inconfundibles.

Uno marcha al mar en su bote pequeño, casi tan sencillo como uno mismo, y siente que esa embarcación forma parte de nuestras propias células y de nuestra forma singular de vivir. Atrás quedan los hijos, dueños por primera vez de la sonrisa, y queda la propia Patria, nueva, gigantesca en sus primeros pasos hacia la libertad y dispuesta a labrarse su destino sin temor al sacrificio. Uno, por supuesto, sabe que la propia Patria marcha con uno sobre las olas, deshaciendo millas náuticas y agrandándose en la distancia. Y esa propia Patria espera por el fruto de nuestra labor y nos hace sentirnos orgullosos por esa responsabilidad, sin importarnos que el pescar, por simple que parezca, represente algo útil para nuestro pueblo.

Así pensaban tal vez  Bienvenido Mauriz Díaz y Roberto Torna Mirabal momentos antes de ser asesinados por terroristas procedentes de la Florida. Sin poder imaginarlo, ambos pasarían a representar una más de las víctimas de la crueldad desplegada contra nuestro pueblo por parte de la mafia criminal radicada en Miami, amamantada y protegida por el gobierno norteamericano. Tal vez el único delito cometido por ambos lo fue el ser humildes pescadores cubanos y haber visto con esperanza el proceso transformador que vivía su Patria, la misma que llevaban en el corazón en cada largo viaje y protegían intacta de las tormentas y el mal tiempo.

¿Por qué el terrorismo se ensañó en humildes pescadores cubanos durante largos años? ¿Por qué se empeñaron los criminales de los grupos terroristas radicados en Miami en secuestrar pequeñas embarcaciones pesqueras y hundirlas, dejando a sus ocupantes abandonados en cayos solitarios y en alta mar? ¿Por qué dejaron viuda a mujeres como Acacia Pérez Vita y  muchos pequeños  niños fueron condenados a injusta orfandad?

Si el terrorismo contra Cuba siempre estuvo dirigido contra los hijos del pueblo, nada mejor para probarlo que los constantes ataques contra pequeñas embarcaciones cubanas dedicadas a la pesca. Un largo rosario de agresiones prueba, de manera inequívoca, que los humildes hijos del pueblo fueron siempre objetivos del terrorismo y de la desalmada crueldad de sus ejecutores y promotores.

Destruir sus embarcaciones significaba no sólo acabar con sus fuentes de sustento. Era más que eso, era como ansiar destruirles la esperanza, como tratar de acabarles con la vida misma. Un barco, por pequeño que sea, es como uno mismo, como la familia, diría un pescador cualquiera sin temor a equivocarse, Por eso, el terrorismo no sólo deja muerte y dolor, impregna de tristeza la vida misma de los hombres y hace que las cosas ya no sean igual en lo adelante.

Decenas de barcos pesqueros fueron secuestrados y hundidos. Varios pescadores fueron asesinados y heridos. Muchos hogares fueron empujados al luto y el golpe siempre vino del Norte, de forma alevosa y artera. Basta con recordar tanta infamia para comprender que, a pesar de todo, no se pudo acabar con la vida. Los barcos continuaron saliendo hacia el mar y los hombres humildes apostaron por el futuro, por su genuino derecho a trabajar y cosechar en las oscuras aguas una vida más luminosa para ellos y para los suyos.

Todo comenzó, pues, muy temprano. Cuba emergía cargada de optimismo y dispuesta a enfrentar la obcecada guerra terrorista de sus enemigos. Los terroristas, por su parte, se empeñaron en causar dolor y desaliento entre estos hombres humildes.

   El 13 de febrero de 1962 fueron tiroteadas en el Banco de cayo Sal las lanchas pesqueras “Sigma I” y “Sigma IV”, pertenecientes a una cooperativa de Cárdenas, en Matanzas. Nadie dudó que la lancha agresora provenía de la Florida.

   El 19 de febrero de ese mismo año fue secuestrada y conducida a EE UU una lancha pesquera cubana nombrada “Dos amigos”, perteneciente a una cooperativa de Cojimar.

   El 13 de octubre de 1962 fue atacada una embarcación pesquera y heridos dos de sus ocupantes: Filiberto Suárez Lima y Miguel Cao Medina. La nave agresora los condujo a Miami, donde permanecieron cerca de un mes. El gobierno norteamericano no procesó a los terroristas ni condenó este cruel  ataque con ametralladoras de grueso calibre contra una desarmada nave de pesca cubana.

   El 13 de febrero de 1963 fueron atacadas las embarcaciones pesqueras  cubanas “Sigma 2” y “Sigma 15” por una lancha procedente de la Florida. Luego de apoderarse de ambas embarcaciones, sus tripulantes fueron abandonados en Cayo Elbow, en las Bahamas. No les importó a los agresores, pertenecientes a la mafia terrorista de Miami, abandonar a su suerte a los heridos pescadores y hermanos Armando y Ramón López Ruíz.

   El 1 de agosto de 1963 fueron atacadas tres pequeñas embarcaciones pesqueras cubanas en la zona de cayo Galindo, provincia de Matanzas, por una lancha artillada proveniente de Estados Unidos.

   El 8 de junio de 1964 fueron heridos varios pescadores como resultado del ataque de una lancha artillada contra su embarcación en la zona de Bahía de Cádiz, Matanzas.

   El 13 de junio de 1964 se produjo un ataque que ocasionó el hundimiento de la nave pesquera nombrada “Armando II”, cerca de Isabela de Sagua, hecho que produjo heridas en dos humildes pescadores cubanos.

   El 8 de octubre de ese mismo año fue atacada por una lancha pirata la embarcación pesquera “Carlos Reitor”, resultando herido el patrón de la misma.

   Al día siguiente, 9 de octubre, fue atacada la embarcación “Hecta I” Sigma, perteneciente a una cooperativa radicada en la provincia de Camagüey, y sus tripulantes abandonados en alta mar.

   El 12 de marzo de 1966 fueron hundidos en alta mar los barcos pesqueros “Lambda 2” y “Lambda 17”, pertenecientes a la Flota del Golfo de Cuba, al ser embestidos por la nave “Santa Marina”, procedente de los Estados Unidos.

   El 27 de junio de 1966 fue asesinado un pescador en la zona de los Cayos de San Felipe, Pinar del Río, al ser abordada su embarcación, el “Alberto”, por un grupo terrorista.

   El 21 de abril de 1968 fueron hundidas dos embarcaciones, los “Lambda 72” y “Lambda 100”, pertenecientes a la Escuela “Andrés González Lines” por una nave pirata `procedente de la Florida. El criminal hecho tuvo lugar cerca de cayo Cruz del Padre, Cárdenas, Matanzas.

   El 10 de mayo de 1970 fueron atacadas por lanchas piratas las embarcaciones pesqueras cubanas “Plataforma i” y “Plataforma IV”, pertenecientes a una cooperativa de Caibarién. Luego de ser hundidas por terroristas pertenecientes a la organización “Alpha 66”, los once pescadores fueron secuestrados en un islote de las Bahamas y posteriormente abandonados.

   El 10 de octubre de 1972 fueron atacadas las embarcaciones pesqueras “Aguja” y “Plataforma IV” por lanchas piratas artilladas. Luego de secuestrar a sus once pescadores, los abandonaron en alta mar. Uno de ellos, Amado Jiménez, fue salvajemente acuchillado en la garganta.

   El 28 de enero de 1973 fue atacado el pesquero “Plataforma I” por una nave pirata que utilizó armas de grueso calibre y granadas.

   El 4 de octubre de ese mismo año fueron atacados los pesqueros “Cayo Largo 17” y “Cayo Largo 34” por naves piratas procedentes de la Florida y tripuladas por miembros de la terrorista organización denominada “Frente Nacional de Liberación de Cuba”. Como resultado de la agresión fue asesinado el pescador Roberto Torna Mirabal. Posteriormente, los humildes pescadores fueron abandonados en balsas de goma, sin agua ni alimentos.

   El 6 de abril de 1976 fueron atacadas las naves pesqueras “Ferro 119” y “Ferro 123” por una lancha pirata procedente de Estados Unidos, mientras se encontraban pescando cerca de cayo Sal, en las Bahamas. Como resultado de la criminal agresión murió el pescador Bienvenido Mauriz Díaz, de 28 años de edad, y fueron heridos otros tres humildes pescadores, uno de los cuales falleció con posterioridad. Luego del ataque fueron abandonados y recogidos por un mercante de bandera noruega, el que los condujo a Miami. Resueltos y en compañía del cadáver de su camarada, los pescadores reclamaron el regreso a la Patria. Por supuesto, las autoridades norteamericanas ni investigaron ni detuvieron a los agresores.

   El 10 de mayo de 1980 fue asesinado otro pescador cuando fueron atacados los pesqueros “FC 154” y  “FC 165”, en las cercanías de de la Bahía de Samá, en Holguín, por una nave pirata procedente de la Florida.

Al conocer estos hechos, se pone al desnudo la infamia esgrimida por los terroristas radicados en Miami de que nunca han atentado contra el pueblo y sólo lo han hecho contra representantes del gobierno cubano. Sus crímenes estuvieron dirigidos contra gente humilde cuya  única culpa lo fue el haber sido dignificados por la Revolución.

Estos hombres salieron hacia  el mar en busca del sostén para sus familias y para su pueblo. El mar los acogió como a hijos pródigos y les dio lo mejor de sí como una madre buena y comprensiva. Sin embargo, del mar vino la muerte no esperada y el dolor injusto.

Mucho se ha dicho en la prensa norteamericana de la  gente que muere al cruzar el estrecho de la Florida, alentada  por la Ley criminal de Ajuste Cubano, acusando a Cuba de ser la causante de estos males. Esa misma prensa sensacionalista, sin embargo, nunca se dignó a denunciar estos crímenes y la muerte de pescadores humildes en ese mismo mar. Hacerlo sería, por supuesto, reconocer las culpas de la mafia cubano americana y de sus amos, los que  se pasean impunemente en Miami con las manos manchadas de sangre y cargados de rencor y odio hacia los cubanos buenos como los humildes pescadores y el resto del pueblo.

El mar es testigo de todo esto y sigue recibiendo a estos hombres cargados de esperanza con la promesa de una bondadosa faena y un porvenir luminoso y seguro.

Percy Francisco Alvarado Godoy

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